martes, 2 de febrero de 2010

Miguel se va al colegio!!

Érase una vez un pequeño mago llamado Miguel. Su papá lo llevó al colegio el primer día de clase. Antes de entrar, le peinó el pelo con los dedos y le colocó derecho el gorro de estrellas.
-¿Por qué no entras conmigo, papá? –le dijo Miguel.
-Porque los papás no vamos al colegio.
Papá le sonrió y le dio una bola que brillaba como si fuese de oro.
-Toma para que no te sientas solo.
La bola comenzó a moverse y de su interior salieron dos alitas, dos brazos y dos pies.
-¡oh! ¡Al moverse suelta polvo de oro, papá!
-Es un duende. Se llama bolita. Ten cuidado porque es muy travieso y se te puede escapar.
El papá de Miguel se despidió dándole un beso en la oreja.
-¡Ji,ji,ji! ¡Que me haces cosquillas papá!
Miguel entró en el patio del colegio con Bolita revoloteando a su alrededor y se colocó el último de la fila, pero…
-¡No quiero ser el último! –gritó Bolita.
Y como era un duende, hizo un hechizo y se puso con Miguel el primero de la fila.
-¿por qué? Te has puesto el primero? –protestó una niña.
-Ha sido Bolita que me ha puesto aquí.
-¿quién es Bolita? ¿Dónde está?
-Es… mi duende –respondió Miguel-. ¿Quién eres tú?
-Yo me llamo Beatriz ¿y tú?
-Mago Miguel.
En el pasillo la profesora les dijo a los niños:
-Os voy a enseñar el colegio. Vamos hacer un tren para que no se pierda nadie. Yo seré la máquina y vosotros los vagones. ¿Preparados, listos…? ¡Yaaaa!
El tren se puso en marcha
-Piiiii, piiii, ¡Chu-cu-chu-cu,chu-cu-chu-cu-chún! ¡Paso el tren! –gritaban por el pasillo.
Pero Bolita quería ser la máquina y se sentó en el hombro de la profesora: como era invisible la profesora no lo vio.
Llegaron a una habitación muy grande llena de mesas y sillas.
-Este es el comedor –dijo la profesora- aquella es la cocina…
Miguel salió corriendo hacia ella.
-¡Los niños no deben entrar en la cocina, Miguel! ¡Es peligroso!
-Es que Bolita, mi duende, se ha metido en una olla…
El cocinero oyó un gritito y vio una nube de polvo dorada sobre la olla.
-¡Ay! ¡que me he quemado! –gritó el duende. Y salió volando.
El cocinero pensó que la olla hablaba y se cayó al suelo del susto.
-¡Mira lo que le ha pasado al cocinero por tu culpa, Bolita! –le riñó Miguel.
Pero el duende ya se había metido en una habitación muy grande, llena de libro.
-Ésta es la biblioteca –empezó a explicar la profesora- Miguel, ¿por qué te subes a la estantería?
-Es que quiero coger a Bolita, señorita. Se ha metido detrás de esos libros…
¡¡¡Plapataplás, pla,pla!! –se oyó
Varios libros cayeron al suelo. Uno de ellos encima de Bolita. Miguel aprovechó para agarrarlo de las alas y guardárselo en el bolsillo.
-Hay que tratar bien los libros, porque en ellos está todo lo que vamos aprender –le riñó la profesora a Miguel, creyendo que había sido él quien los había tirado.
Por fin, llegaron a su nueva clase.
-¡Qué bonita la de travesuras que voy hacer aquí! –dijo Bolita.
-¿Quién ha dicho eso? –preguntó la profesora.
-Bolita…, mi duende –dijo Miguel en voz baja.
-Ya hablaremos tú y yo… -contestó la profesora que no veía ningún duende.
Miguel le puso a Bolita una gominola en la boca y le dijo:
-Si no te portas bien no vendrás conmigo al colegio nunca más.
Bolita no quería quedarse solo en casa y estuvo callado y quieto el resto de la mañana. Gracias a eso, descubrió que escuchar cuentos, dibujar, cantar y otras cosas que se hacen en el colegio son muy divertidas.

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