Érase una vez un pequeño mago llamado Miguel. Su papá lo llevó al colegio el primer día de clase. Antes de entrar, le peinó el pelo con los dedos y le colocó derecho el gorro de estrellas.
-¿Por qué no entras conmigo, papá? –le dijo Miguel.
-Porque los papás no vamos al colegio.
Papá le sonrió y le dio una bola que brillaba como si fuese de oro.
-Toma para que no te sientas solo.
La bola comenzó a moverse y de su interior salieron dos alitas, dos brazos y dos pies.
-¡oh! ¡Al moverse suelta polvo de oro, papá!
-Es un duende. Se llama bolita. Ten cuidado porque es muy travieso y se te puede escapar.
El papá de Miguel se despidió dándole un beso en la oreja.
-¡Ji,ji,ji! ¡Que me haces cosquillas papá!
Miguel entró en el patio del colegio con Bolita revoloteando a su alrededor y se colocó el último de la fila, pero…
-¡No quiero ser el último! –gritó Bolita.
Y como era un duende, hizo un hechizo y se puso con Miguel el primero de la fila.
-¿por qué? Te has puesto el primero? –protestó una niña.
-Ha sido Bolita que me ha puesto aquí.
-¿quién es Bolita? ¿Dónde está?
-Es… mi duende –respondió Miguel-. ¿Quién eres tú?
-Yo me llamo Beatriz ¿y tú?
-Mago Miguel.
En el pasillo la profesora les dijo a los niños:
-Os voy a enseñar el colegio. Vamos hacer un tren para que no se pierda nadie. Yo seré la máquina y vosotros los vagones. ¿Preparados, listos…? ¡Yaaaa!
El tren se puso en marcha
-Piiiii, piiii, ¡Chu-cu-chu-cu,chu-cu-chu-cu-chún! ¡Paso el tren! –gritaban por el pasillo.
Pero Bolita quería ser la máquina y se sentó en el hombro de la profesora: como era invisible la profesora no lo vio.
Llegaron a una habitación muy grande llena de mesas y sillas.
-Este es el comedor –dijo la profesora- aquella es la cocina…
Miguel salió corriendo hacia ella.
-¡Los niños no deben entrar en la cocina, Miguel! ¡Es peligroso!
-Es que Bolita, mi duende, se ha metido en una olla…
El cocinero oyó un gritito y vio una nube de polvo dorada sobre la olla.
-¡Ay! ¡que me he quemado! –gritó el duende. Y salió volando.
El cocinero pensó que la olla hablaba y se cayó al suelo del susto.
-¡Mira lo que le ha pasado al cocinero por tu culpa, Bolita! –le riñó Miguel.
Pero el duende ya se había metido en una habitación muy grande, llena de libro.
-Ésta es la biblioteca –empezó a explicar la profesora- Miguel, ¿por qué te subes a la estantería?
-Es que quiero coger a Bolita, señorita. Se ha metido detrás de esos libros…
¡¡¡Plapataplás, pla,pla!! –se oyó
Varios libros cayeron al suelo. Uno de ellos encima de Bolita. Miguel aprovechó para agarrarlo de las alas y guardárselo en el bolsillo.
-Hay que tratar bien los libros, porque en ellos está todo lo que vamos aprender –le riñó la profesora a Miguel, creyendo que había sido él quien los había tirado.
Por fin, llegaron a su nueva clase.
-¡Qué bonita la de travesuras que voy hacer aquí! –dijo Bolita.
-¿Quién ha dicho eso? –preguntó la profesora.
-Bolita…, mi duende –dijo Miguel en voz baja.
-Ya hablaremos tú y yo… -contestó la profesora que no veía ningún duende.
Miguel le puso a Bolita una gominola en la boca y le dijo:
-Si no te portas bien no vendrás conmigo al colegio nunca más.
Bolita no quería quedarse solo en casa y estuvo callado y quieto el resto de la mañana. Gracias a eso, descubrió que escuchar cuentos, dibujar, cantar y otras cosas que se hacen en el colegio son muy divertidas.
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